El relleno barato del osito de peluche casi cae en
mis manos, gracias a una delgada pero larga incisión lateral. Yo la hice. Yo la
cree un día, enojada y resentida contigo, tome el osito; uno de tus regalos y
lo avente lejos. Sólo quería hacer eso.
Pero una de mis largas uñas se atoró en una débil
costura, y el arrebatador relleno brotó, cómo lo habría hecho la sangre.
En ese momento no me importó, luego, cuándo te
disculpaste y me besaste el hombro desnudo, me sentí tan mal de haber dejado
malherido a George, el osito de una feria del norte de California.
Porque tú lo ganaste para mí.
Usaste todas tus fuerzas, paciencia y precisión en
aquel juego de tiros, gastaste diez dólares en un peluche cuyo material valía
sólo dos. Únicamente para alzar tu premio cómo alzaría la espada un caballero
después del combate, me diste el osito y me besaste frente a todos.
Llegué a llorar de tristeza, uno de nuestros
recuerdos juntas; roto por mí. Pero ahora no me importa más. Ya no.
Ese fue el primero de muchos y poco a poco fui
perdiendo la emoción. Ya no eras tú, una valiente y hermosa chica esforzándose
por amor, sólo para darle a su mimada princesa un presente cuyo relleno tenía
almacenado todo el esfuerzo. No. Ya no lo eras entonces Amber. Porque le
agarraste maña al juego y lograbas sacar dos peluches con sólo medio dólar. Y
luego me los dabas sin ningún beso, sin ninguna adorable sonrisa de
satisfacción.
Así se resume nuestra relación Amber, cómo un dulce
que va perdiendo sabor, gusto y magia.
En un momento dado, en muchos en realidad, lo fuiste
todo para mí.
Ahora querida Amber, eres menos que nada.
Por las mañanas íbamos a la escuela, compartíamos
clase y nos sentábamos una al lado de la otra. Me encantaba sentir tu mano de
repente, deslizarse por mi espalda en los ratos libres.
Nuestros amigos eran los mismos. Nuestros gustos
congeniaban. Por eso nadie lograba entender porque dejamos de salir. Aún no lo
entienden.
Yo aún no lo sé Amber. Pero creo que lo sabes tú.
Tú siempre has sabido muchas cosas que yo no. Hasta
el final, siempre fue así.
Al principio de nuestra relación jugué a contar
nuestros besos. Al tercer día el marcador ya iba <<Krystal—20,
Amber—10>>.
El marcador duró poco tiempo, pero el suficiente. El
número al que recuerdo haber llegado antes de perder para siempre la cuenta fue
<<Krystal—230, Amber—100>>.
Yo te ame más Amber. Yo siempre te ame más, o yo te
ame y tú a mí no.
Eso debería haberme bastado para darme cuenta de que
yo iba a ser la que terminaría con el corazón roto. Pero no lo vi Amber, no
note nada.
Y si lo hubiera notado, y si pudiera volver al
pasado, estoy segura de que mí yo de ese momento aún sabiendo que terminaría
lastimada…no te dejaría.
No terminaría contigo sin importar que tan profundo
y que tan macabro pudieras romperle el corazón.
Ella es así, Amber. Pero yo no.
Meto el oso de peluche a una caja que contiene todos
los demás peluches hechos con materia prima de mala calidad. Introduzco también
el labial color pálido que me regalaste. Nunca te gustó que usará pintalabios,
y mucho menos alguno de un color fuerte y llamativo cómo el rojo —mi favorito—.
Yo cumplí todos tus deseos Amber, todos y cada uno.
Pero ahora, si tienes el valor de voltear a verme en
los pasillos, notarás que mis labios han vuelto a ser de color rojo intenso.
¿Los odias ahora, Amber?, ¿de verdad no quieres
besarlos?
Ojala y no.
No me gustaría revolotear en tu mente, no me
gustaría ningún tipo de contacto ahora contigo. No.
No hay comentarios:
Publicar un comentario